La música es emoción. Por eso, leer con, sobre y a través de ella ayuda a identificar y expresar emociones y sentimientos. Cuando somos más pequeños descubrimos canciones para jugar y para compartir los ratos del recreo. Al crecer, encontramos otros ritmos y estilos que nos ayudan a estar relajados, a concentrarnos o todo lo contrario, a ponernos en marcha con energía desde primera hora de la mañana. Es innegable que todos conocemos alguna canción que nos hace llorar. Y a la vez recordamos alguna que nos saca una sonrisa.
Es importante poner en contacto con distintos géneros y estilos musicales a los niños desde que son muy pequeños para multiplicar también las distintas emociones que pueden experimentar a través de ellos. Y cuando decimos desde muy pequeños, nos estamos refiriendo a incluso antes de nacer. El oído es un sentido que se desarrolla rápidamente, cuando el niño aún se encuentra en el útero materno. Desde allí ya está inmerso en un mundo sonoro formado por los sonidos del latido del corazón de la madre.
De 0 a 6 años la mejor música que podemos compartir con ellos es el folclore. A través de él el adulto y el niño comparten raíces, recuperan el valor de la oralidad y crean momentos mágicos en torno a retahílas y canciones de cuna que además le ayudan a tomar conciencia de su propio cuerpo. Descubren los dedos de las manos con los Cinco Lobitos, se hacen cosquillas con Pandero, y se van a dormir acompañados de la Luna Lunera.
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