Cuentos cruentos
Dino Lanti
Il. Pere Ginard
Thule, 2008
En estas historias a medio camino entre el poema y el cuento no hay final feliz…ni principio. La princesa se ha vuelto una protagonista obesa, los siete enanitos están en la cola del paro y los tres cerditos muy cerca de la ocupación, porque el asunto de la vivienda, hasta en la literatura popular, se ha puesto tremendamente mal.
Dino Lanti ha conseguido hacer que los jóvenes se rían con Caperucita o con Blancanieves, aunque parezca imposible, Con un tono mordaz, irónico, irreverente y muy muy actual permite que podamos afirmar que la poesía es también políticamente incorrecta y… divertida.
“Apaga a ratos el móvil, que conste que te he advertido, pues cuando llama el amor, lo hace a cobro revertido.” Estos son unos versos con los que el autor invita a cualquier intrépido lector que haya descubierto sus cuentos cruentos en la estantería de una biblioteca o librería a que deje a un lado la tecnología y redescubra el poder y la originalidad de la palabra y la poesía.
Aquí os dejamos acceso a tres de sus poemas, proporcionados por la Editorial Thule, y también os invitamos a disfrutar con nosotras de la triste y a la vez divertidísima historia de “Los siete enanitos en paro”:
LOS SIETE ENANITOS EN PARO
En los ochenta la mina
del bosque encantado cerraron
y hasta los siete enanitos
se quedaron en el paro.
Desde entonces todos ellos
se tuvieron que enfrentar
al espejito, espejito
de la dura realidad.
Y estaban todos tan tristes
(imagínalo si puedes)
que no podía alegrarlos
ni siquiera Blancanieves.
Porque quién iba a decirles
que de aquel hermoso valle
un buen día les pondrían
de patitas en la calle.
Y como ninguno de ellos
estaba hecho un alevín
nadie les daba trabajo
ni de gnomo de jardín.
Ahora, desmotivados,
ya no hacen nada bien,
y no se ponen en fila
ni en la cola del INEM.
El enanito gordito
—veréis que el destino es cruel—
bebía como una cuba
estando ya como un tonel.
Y como era de esperar
en un cuento realista,
el enanito mudito
nunca pasó una entrevista.
Cansado de no hallar nada,
el enanito dormilón
se echaba el día durmiendo
frente a la televisión.
El enanito tontín
a una anciana disfrazada
un día le fue a robar
la manzana envenenada.
Los meses iban pasando
y era tanta la tensión
que el enanito feliz
cayó en una depresión.
Y el enanito gruñón,
que ya era sindicalista,
un día acabó metiéndose
en un grupo terrorista.
Entonces los enanitos,
hartos de lunes al sol,
fueron a buscar trabajo
en un tablero de rol.
Y ahora trabajan los siete
de duendes meridionales,
pero les pagan muy poco
porque allí son ilegales.
Moraleja
No hace falta ser muy listo
para entender al momento
que la vida de un parado
no es una vida de cuento.