Que Salamanca es una ciudad de cultura es incontestable. Lo dice hasta el eslogan que da nombre a la fundación municipal desde la que se gestionan actividades e infraestructuras educativas, artísticas y creativas en general, y quienes nacieron o se han asentado en la capital tienen tan interiorizada esta “seña de identidad” que casi la asumen como parte del patrimonio monumental, teniéndola tan presente como el Puente Romano o la mismísima Plaza Mayor.
No es de extrañar entonces que proliferen propuestas e iniciativas culturales públicas y privadas ni que, entre estas últimas, destaquen las impulsadas por emprendedores que han visto en el interés por el conocimiento, la expresión artística y el desarrollo personal y profesional la oportunidad de ganarse la vida cumpliendo un sueño.
Quizás este escenario explica, al menos en parte, la explosión de proyectos novedosos que registra la ciudad en los últimos años, detrás de los cuales se encuentran ideas originales que alguien, de manera individual o colectiva, ha decidido convertir en la aventura de su vida.
Galerías de arte con una amplia programación de talleres, salas que conjugan la posibilidad de tomar un café mientras se disfruta de un espectáculo o una exposición; espacios de trabajo que se convierten, a su vez, en un escaparate de creatividad; propuestas de ocio que ponen al visitante ante un reto de destreza y agilidad mental emergen así en una atmósfera cada vez más favorable a lo nuevo, a lo diferente.
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