En un marco incomparable como el que estamos disfrutando a lo largo de este mes, la Biblioteca del Campo de San Francisco, las ideas fluyen como el viento y crecen como las ramas de los árboles, así que no es de extrañar que uno de los talleres que compartimos con grupos de pequeños y/o mayores curiosos en este ocasión se haya centrado en compartir cuentos que hablan de árboles, o crear árboles de cuento. Ya es difícil encontrar la diferencia.
Ayer disfrutamos de la compañía de un grupo de veinte niños del campamento urbano de Cinco y más. Al principio descubrimos juntos de qué estaban hechos los libros, y luego comenzamos a jugar con las historias de Popville, El bosque del perezoso, Tap de Magic tree o Árbol. Entonces, decidimos crear un árbol único y especial. Así que recogimos hojas, ramas y pedacitos de troncos y construimos un cuadro que también era un árbol que era un cuento (o cientos de cuentos).
Por último, con mucha creatividad e imaginación, pensamos que sería una buena idea seguir creando árboles, porque los necesitamos mucho y sin ellos no habría libros ni historias en papel, así que con pequeños trocitos de colores, decoramos sencillos troncos y ramas negras que nos permitieron jugar con las estaciones: algunos se decidieron por el verano, otros por el otoño y otros ¡las mezclaron!
Muchas gracias a todos por compartir curiosidad y la creatividad con nosotr@s, amigos.
Os esperamos en este mágico lugar al que Unamuno llamaba “el centro del Universo” 🙂
“Allí, en aquel bendito Campo de San Francisco, campo franciscano, en aquel ríncon de remanso, donde he oído tantas veces el rumor de las aguas eternas, ¡alli sí que estaba el centro del universo!(…). Allí en aquel franciscano Campo de San Francisco de mi Salamanca -ay, mi Salamanca, y que tuyo me has hecho-, allí no hay (…) monumentos ni de bronce ni de mármol (…). ¡ Como te aprieto contra el corazón en este parquecito parisiense, en esta plaza de los Estados Unidos, franciscano Campo de mi dorada Salamanca”.
