Hoy os invitamos a redescubrir la literatura infantil. Para hacerlo tenéis que poneros unas gafas especiales, que no son de pasta ni de sol, no, son gafas de niño, y una vez que te las pones el mundo tiene más o al menos distintos colores, los animales hablan y  llevan corbatas y zapatos de tacón mientras los barcos llegan a islas que no existen y en los jardines hasta las flores tienen sentimientos.

Ilustración de Guridi.
Ilustración de Guridi
Dice Michel Tournier que  la “literatura infantil y juvenil es aquella que también pueden leer los niños y jóvenes”. Y no podemos estar más de acuerdo. De hecho, añadiríamos a esta afirmación un “deben”. Los adultos deben viajar mas a menudo con su imaginación a través de los libros. Deben pensar, con las gafas de niño puestas, si las cebras son blancas con rayas negras, o negras con rayas blancas. Si guardan monstruos en el armario o debajo de la cama. Si saben guardar un secreto. Volar. Creer en algo.

Nosotras nos ponemos las gafas de niño y no solo porque queramos que ellos toquen, busquen, cojan, compren libros y que lean. Con los cuentos y las gafas puestas invitamos a todos, pequeños y mayores, a fijarse en lo que les rodea e imaginar, soñar con la historia de esa hoja que acaba de caerse del árbol o con lo que piensa la farola; sentirse como un chicle viajero o como un oso que ha perdido su sombrero.

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