Cuando el mundo era joven todavía

Cuando el primer hombre llegó al mundo, lo encontró vacío. Fue paseando hasta que se cansó.
“Falta algo –pensó-. Una cosa de cuatro patas para sentarse.”
E inventó la silla. Se sentó y miró a la lejanía.
Wonderful. Maravilloso.
“Pero no del todo. Falta algo –pensó-. Una cosa cuadrada, para estirar las piernas debajo y apoyar los codos encima.”
E inventó la mesa. Puso las piernas debajo, apoyó los codos encima y miró a la lejanía.
Wonderful.
Pero de la lejanía iba llegando un viento, y con él se acercaban unas nubes oscuras.
Empezó a llover.
“No tan Wonderful. Falta algo, una cosa con una cosa encima que le proteja a uno del viento y del agua.”
E inventó la casa. Cogió la silla y la mesa, las llevó dentro, estiró las piernas, apoyó los codos sobre la mesa y miró la lluvia a través de la ventana.
Wonderful.
Bajo la lluvia vio entonces otro hombre. Llegó a la casa.
-¿Puedo meterme debajo? –preguntó el otro hombre.
-Please –dijo el primero-. Por favor.
Le enseñó lo que había inventado: la silla para sentarse, la mesa para las piernas y los codos, la casa con cuatro paredes y techo para protegerse del viento y del agua, la puerta para entrar, la ventana para mirar al exterior.
Cuando el otro hombre hubo visto, aprobado y elogiado todos los inventos, el primero preguntó:
-¿Y usted, querido vecino?
El otro permaneció en silencio. No se atrevía a decir que él había inventado el viento y la lluvia.

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Jürg Schubiger. Cuando el mundo era joven todavía. Editorial Anaya