Igual que a un niño nadie deja de darle de comer cuando aprende a utilizar la cuchara, a nosotras nos gusta dar de leer como respuesta una necesidad básica que tenemos todos los seres humanos, desde que aun no somos conscientes hasta que nos hacemos mayores y se nos van olvidando: compartir palabras. Las palabras nos hacen apropiarnos del mundo y con ellas hacemos historias maravillosas, algunas reales que sirven para comprender una situación, algunas inventadas que nos ayudan a echar a volar la imaginación, pero todas necesarias para ser más críticos, mas creativos, mas empáticos, más capaces de ponernos en el lugar de otro que estuvo antes o después, que sintió como nosotros y con su experiencia nos ayuda a ir construyendo la nuestra.
Dar de leer es lo que hacemos todas las mañanas en el Campo de San Francisco gracias a Fundación Ciudad de Saberes. Durante el mes de julio convertimos el parque en un espacio natural lleno de cuentos y creatividad para familias. La invitación que les hacemos es que disfruten del verano juntos y además descubran historias para disfrutar, lo primero, y después también para viajar sin moverse de Salamanca, reírse con las narraciones que compartimos todos los días y por último ser capaces de crear versiones propias de lo que han escuchado con sus manos. La creatividad, una vez más, como motor de cambio que nos ayuda a no ser solo consumidores de contenidos sino convertirnos en productores que aportan a lo que hacen un punto curioso,
En las sesiones que llevamos hemos montado en alfombras voladoras que ni sus dueños sabían que volaban; nos peinamos como el león que no sabía que hacer con su melena; enviamos cartas a las personas que mas queremos; descubrimos que las diez gallinas tenían historias detrás de su propia historia; nos asustamos el día que volvió el lobo pero al final nos dimos cuenta de que hay millones de lobos distintos y no todos son tan malos; y viajamos al espacio huyendo de la ola de calor.
Cada día acudimos convencidas de que algo de lo que vamos a contar llegará a pequeños y mayores, les permitirá soñar o aprender o desconectar o identificar alguna situación que ya hayan vivido, incluso vivir otras nuevas, ¡la magia que se esconde entre las páginas de un libro! Por eso dar de leer nos parece tan básico y necesario como lo es dar de comer. Y hacerlo poniéndonos a nosotras mismas como ejemplo. Porque como decía Emili Teixidor “contagiar el deseo de leer es como contagiar cualquier otra convicción profunda. Solo se puede conseguir, o mejor intentar, sin imposiciones, por simple contacto, imitación o seducción”.