La palabra biblioteca proviene del latín bibliothēca, que a su vez deriva del griego bibliothēke, la cual está compuesta por ‘biblíon’, ‘libro’ y ‘théke’, ‘armario, caja’; es decir, se refería al lugar donde se guardaban los libros. A lo largo de la Historia está definición ha ido acotándose y cambiando de sentido, convirtiéndose por momentos en una institución, en una colección, en un lugar… ¿por qué no recuperamos su origen y llamamos bibliotecas a los espacios vivos de lectura?
Pueden estar en un museo o en el salón de una casa. A algunas se entra haciendo clic con el ratón del ordenador, y otras te sorprenden en el rincón de un aula. Las hay grandes y pequeñas, llenas de libros o llenas de ideas, decoradas y mas austeras, pero lo importante es que haya historias y vida en ellas. Entonces, ¿qué hay que hacer para conseguir una biblioteca viva?
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